El Espíritu habló por los Profetas

¿Carismas del Espíritu en el Antiguo Testamento?
28 noviembre, 2013

En esta serie sobre el Espíritu Santo en el Antiguo Testamento, recordamos la narración de san Lucas acerca del Camino de Emaús: Y, empezando por Moisés y continuando por los profetas, les explicó lo que había sobre Él en las Escrituras (Lc 24, 27)...

La plenitud de los tiempos

En esta serie sobre el Espíritu Santo en el Antiguo Testamento, recordamos la narración de san Lucas acerca del Camino de Emaús: Y, empezando por Moisés y continuando por los profetas, les explicó lo que había sobre Él en las Escrituras (Lc 24, 27). Hemos visto a los profetas como hombres inspirados por el Espíritu Santo; como servidores de Dios preocupados por el bien de su pueblo; como enviados para invitar al pueblo, por medio de la denuncia del pecado, a una conversión y una renovación de la alianza, volviendo a las promesas que Dios hizo a su comunidad y a la promesa, por parte del pueblo, de servir a Dios. Pero el mensaje de los profetas no se agota en este terreno: también se proyecta hacia el anuncio de la venida del Ungido de Dios (Mesías, Cristo), como lo indica el citado pasaje de san Lucas, un anuncio de la plenitud de los tiempos.

Cuando se escriben los evangelios, esto es, ya en la revelación del misterio de Cristo, se hacen referencias explícitas (especialmente en san Mateo) a lo anunciado por el Espíritu Santo a través de los profetas (cf. Mt 1, 22-23; 2, 6.15.17-18; 3, 3; 4, 14-15; 8, 17; 12, 17-18; 13, 35; 21, 4-5; 27, 9) acerca de la vida del Mesías, lo cual está en armonía con el plan de salvación trazado desde antes de la creación. La acción del Espíritu Santo en los profetas durante todo el Antiguo Testamento encuentra un nuevo orden, un nuevo sentido desde la perspectiva de Jesucristo. Desde ésta, el anuncio de los profetas se percibe con una gran coherencia dentro del plan de salvación y la panorámica de la obra misteriosa del Espíritu Santo resulta en gran armonía en los dos Testamentos.

La perspectiva que se abre con el anuncio profético del Ungido de Dios crea en el pueblo de Israel un ambiente de renovación, de optimismo, de esperanza, así como de expectativas, que pudieron ser interpretadas desde puntos de vista muy particulares por el judaísmo posterior a los profetas. La perspectiva mesiánica es salvífica, espiritual; la perspectiva intertestamentaria es inmediatista, material. Aquí nos aproximamos al profetismo desde la acción del Espíritu Santo, esto es, desde una perspectiva espiritual, que también nos impulsa a mirar los anuncios mesiánicos.

Anuncios mesiánicos

En sentido estricto, los textos proféticos mesiánicos son pocos en el Antiguo Testamento (corresponden la época de la monarquía) pero generan gran expectativa. Otros textos podrían ser interpretados, en alguna forma, como mesiánicos, pero aquí nos centramos en los que podrían considerarse básicos en este tema.

Es probable que la base de los textos mesiánicos, en general, se encuentre en la profecía de Samuel: Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza.Yo seré para él padre y él será para mí hijo (…) pero no apartaré de él mi amor, como lo aparté de Saúl a quien quité de delante de mí. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme, eternamente (2 Sam 7, 12-16). Es la promesa de un hijo de David que reinará eternamente, lo cual desborda todo paradigma real que hasta el momento se había tenido, incluyendo la figura del rey David. Después de la resurrección del Señor, la interpretación mesiánica descorrió un velo que en el pasado oscurecía la interpretación mesiánica de este texto.

Es Isaías el profeta en el cual se pueden encontrar más textos mesiánicos (7, 10-17; 8, 23-9, 6; 11, 1-9; 16, 5; 32, 1-8). Los estudios están de acuerdo en la autenticidad del primer texto de Isaías: Volvió Yahveh a hablar a Ajaz diciendo: «Pide para ti una señal de Yahveh tu Dios en lo profundo del seol o en lo más alto». Dijo Ajaz: «No la pediré, no tentaré a Yahveh». Dijo Isaías: «Escucha, pues, casa de David: ¿Les parece poco cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo va a darles una señal: He aquí que una doncella está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. Cuajada y miel comerá hasta que sepa rehusar lo malo y elegir lo bueno. Porque antes que sepa el niño rehusar lo malo y elegir lo bueno, será abandonado el territorio cuyos dos reyes te dan miedo. Yahveh atraerá sobre ti y sobre tu pueblo y sobre la casa de tu padre días cuales no los hubo desde aquel en que se apartó Efraím de Judá (el rey de Asur) (Is 7, 10-17).

Este pasaje es conocido como “el oráculo de la almah” (en hebreo: doncella, joven). El nombre del niño direcciona la interpretación mesiánica del texto. Si bien, en su origen, el profeta hubiera podido estar haciendo una referencia al hijo del rey de su época, en la perspectiva mesiánica se interpreta con relación al Hijo de Dios, como lo hace san Mateo, inspirado por el Espíritu Santo: Vean que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros» (Mt 1, 23). Precisamente en las profecías mesiánicas la afirmación “y que habló por los profetas” brilla en toda su plenitud.

Otro texto de Isaías: Una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre «Maravilla de Consejero», «Dios Fuerte», «Siempre Padre», «Príncipe de Paz». Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia. Desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahveh Sebaot hará eso (Is 9, 5-6). Aquí se destacan los cuatro títulos que se le dan y que se aplican a la figura del Mesías, del Señor encarnado, pero igualmente abren la perspectiva hacia el tiempo mesiánico en donde reinan la paz, la equidad y la justicia. La liturgia de la época de Navidad se goza en la lectura de estos textos de Isaías (vale la pena leer los demás textos del profeta arriba citados), saboreando su contenido mesiánico.

Escatología

Muy cercano al contenido mesiánico de los anuncios proféticos se halla su contenido escatológico. Al decir “escatológico” no hacemos referencia al fin del mundo o al juicio final, sino a la plenitud de los tiempos, es decir, a la etapa final de la historia que se inicia con la venida del Hijo de Dios entre nosotros, como lo da a entender la Carta a los Hebreos: Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los profetas; en estos últimos (“éskatoi” en griego) tiempos nos ha hablado por medio del Hijo (Heb 1, 1-2). “Estos últimos tiempos” han sido caracterizados por los profetas como tiempos de renovación y de vida espiritual.

Tiempos de renovación. San Pablo refleja muy bien el anuncio profético cuando afirma que el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo (2 Co 5, 17); el Espíritu anuncia por los profetas una renovación de tal calidad que ya no habrá para qué recordar el pasado: Pues he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentados los primeros ni vendrán a la memoria (Is 65, 17; cf. 66, 22). El centro de la vida del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento es la Alianza, y una de las metas de los profetas es la renovación de la fidelidad a la alianza. Pero, en los últimos tiempos, habrá una alianza nueva: He aquí que días vienen – oráculo de Yahveh – en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos – oráculo de Yahveh. Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días – oráculo de Yahveh: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo (Jer 31, 31-33). El Señor hace referencia al cumplimiento de esta profecía en la Última Cena, en las palabras pronunciadas sobre el cáliz, al llamarlo cáliz de la Nueva Alianza (Lc 22, 20).

Tiempos de vida espiritual. Otra característica de los últimos tiempos anunciada por el Espíritu a través de los profetas es el corazón nuevo. No se trata solamente del amor, pues el corazón es un término de extenso contenido antropológico. El corazón es un signo que expresa toda la vida interior del ser humano: sus pensamientos, sus decisiones, su voluntad, sus recuerdos, su historia, sus emociones, su amor. Se trata de una renovación total del ser humano: Descárguense de todos los crímenes que han cometido contra mí, y háganse un corazón nuevo y un espíritu nuevo (Ez 18, 31). El corazón nuevo viene con el don de un espíritu nuevo, es decir, de una nueva relación de Dios con el hombre y del hombre con Dios: Yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne (Ez 11, 19). No se trata de una renovación individual solamente, sino de la renovación de la comunidad, de modo que todos lleguen a formar un solo corazón, como afirma el profeta.

La proyección hacia los tiempos mesiánicos abarca también la plenitud de la revelación del misterio de Dios, que ha enviado a su Hijo, el Mesías, pero que también envía al Espíritu en plenitud, como lo deja ver el anuncio del profeta Joel: Sucederá después de esto que yo derramaré mi Espíritu en toda carne. Los hijos e hijas de ustedes profetizarán, sus ancianos soñarán sueños, y sus jóvenes verán visiones. Hasta en los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días (Joel 3,12). Así el Espíritu Santo, podríamos decir, anuncia la plenitud de su propia revelación, que hace parte de los tiempos mesiánicos, es decir, de la plenitud del tiempo.

Conclusión

Estas consideraciones sobre cómo el Espíritu Santo habló por los profetas nos llenan de optimismo, pues su amor por la humanidad ha sido desde siempre. No podemos, entonces, dejar de pensar en el tiempo que el Señor nos dio para vivir, que es el tiempo en que todas esas profecías se han cumplido; tampoco podemos dejar de pensar en lo maravilloso y grandioso que es el Señor al querer llegar hasta nosotros por medio de su Espíritu. Es tiempo de dar gracias a Dios porque nos ha permitido conocer más sobre la presencia y la acción del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento, pues casi siempre que se habla de la acción del Espíritu se reduce al Nuevo, en donde hay tal vez la más rica doctrina y las más ricas experiencias, pero igualmente valía la pena saborear la presencia del Espíritu Santo en la primera etapa de la historia de la salvación. Oración Padre celestial, recibe esta alabanza porque tú eres bueno, porque eres misericordioso. Tú eres nuestra seguridad, nuestro refugio, nuestra protección. Hoy queremos darte gracias por tus maravillosas manifestaciones a través de los personajes y acontecimientos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Señor Jesucristo, Hijo eterno y amado del Padre, alabado, bendecido, exaltado seas. Gracias por tu amor, por tu cruz, por tu preciosa sangre y gracias por habernos dado al Espíritu Santo, que procede del Padre. Espíritu Santo, Señor y dador de vida, a ti nos entregamos, purifícanos, lávanos, sánanos, transfórmanos para que podamos ser personas nuevas, que en todo demos gloria a Dios. Amén.

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