Nos falta el Espíritu

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En sus viajes misioneros en Asia Menor, llegó Pablo a Éfeso, una ciudad bellísima en aquella época. Allí había un grupo de cristianos; Pablo los miró y conversó con ellos y vio que eran fríos, muy imperfectos, y les hizo esta pregunta: ¿Han recibido ustedes el Espíritu Santo después de que creyeron? Y ellos le dijeron: Nosotros no hemos oído decir siquiera que exista el Espíritu Santo (Hech 19, 1-2).

 

En sus viajes misioneros en Asia Menor, llegó Pablo a Éfeso, una ciudad bellísima en aquella época. Allí había un grupo de cristianos; Pablo los miró y conversó con ellos y vio que eran fríos, muy imperfectos, y les hizo esta pregunta: ¿Han recibido ustedes el Espíritu Santo después de que creyeron? Y ellos le dijeron: Nosotros no hemos oído decir siquiera que exista el Espíritu Santo (Hech 19, 1-2).

Esto sucedía más o menos veinte años después de Pentecostés. A los cristianos de Colombia, Pablo también les podría preguntar: “¿Han recibido ustedes el Espíritu Santo después de que creyeron?”. La tibieza general se ha implantado. La falta de fervor religioso, la falta de amor, las enemistades que brotan por todas partes, la violencia, los adulterios que cubren la ciudad… todo eso indica que no hemos recibido el Espíritu Santo.

Se ve muy poca transformación personal en los cristianos. El que está en Cristo, nueva creatura es. Las cosas viejas pasaron. He aquí, todas son nuevas (2 Cor 5, 17).

Necesitamos recibir el Espíritu Santo, necesitamos un fenómeno de Pentecostés en nuestra vida; una fuerza que nos inunde, que nos cambie, que haga morar a Cristo en nosotros, que haga brotar en nosotros una nueva vida cristiana, totalmente distinta de la vida de indiferencia religiosa en que nos hallamos.

Los cristianos, los católicos colombianos necesitamos una presencia del Espíritu Santo, que cambie totalmente nuestra vida. Somos violentos, somos injustos, hemos aceptado la obscenidad moderna. Hemos aceptado como cosa natural la pornografía actual, estamos jugando con el matrimonio. Hemos abandonado totalmente la lectura de la Palabra divina, o tal vez nunca la hemos practicado.

A la Iglesia Católica de Colombia le hace falta una efusión del Espíritu Santo. Una fuerza nueva de vida en el Espíritu Santo, que nos acerque y nos ponga en el camino de la santidad. No hay ningún otro modo de cambiar el país. No hay ninguna otra posibilidad de hacer un país justo, donde no se practique el dolo, el soborno, la injusticia, el atesoramiento de dineros, la infidelidad de los hogares, el odio, etc., si no es a través de una divina efusión del Espíritu Santo para la mayoría de los cristianos.

Pentecostés es la gran fecha propicia para que venga el Espíritu Santo a nosotros, como vino a los apóstoles. Pentecostés es la época en que hay posibilidades de nuestro cambio íntimo; cambio hacia el amor, cambio hacia la paz, cambio hacia el bien.

Preparémonos para Pentecostés. Reunámonos con otras personas para suplicar la efusión del Espíritu Santo; la presencia de Él. Que todos ustedes digan constantemente:

Ven, Espíritu Santo; estoy desprovisto de alegría, desprovisto de fuerza, desprovisto de amor, desprovisto de reconciliación, desprovisto de santidad. Ven, Espíritu Santo y dame lo que Tú sabes dar, dame la presencia de Cristo en mi vida, dame un acercamiento definitivo a Cristo. Desde ahora en adelante, que sea mi compañero de viaje; más aún, que Él esté dentro de mí y yo en Él, como Él nos lo mandó en el evangelio: Permanezcan en mí y yo en ustedes (Jn 15, 4).

 

 

 

 

 

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