El misterioso y sublime camino por el cual es conducida un alma que es ungida y bautizada en el Espíritu Santo, lleva a un punto supremo, a un momento excepcional de la vida, que es la absoluta consagración de la existencia de Dios...
El hombre que encuentra a Cristo y se compromete con Él recibe el Espíritu Santo y es movido por Éste a pensar, amar, sentir y comportarse como pensó, amó, sintió y vivió el mismo Señor Jesús...
Quiero escribirles a ustedes sobre Alguien misterioso, invisible, real, operante, imprescindible, cercano, poderosísimo, definitivo en nuestra vida: es el Espíritu Santo. ¡Quién pudiera hacer el elogio del Espíritu Santo en la vida del hombre, en la vida del santo, en la vida del cristiano, en la vida del amor que ha sucedido en el mundo! ...
En sus viajes misioneros en Asia Menor, llegó Pablo a Éfeso, una ciudad bellísima en aquella época. Allí había un grupo de cristianos; Pablo los miró y conversó con ellos y vio que eran fríos, muy imperfectos, y les hizo esta pregunta: ¿Han recibido ustedes el Espíritu Santo después de que creyeron? Y ellos le dijeron: Nosotros no hemos oído decir siquiera que exista el Espíritu Santo (Hech 19, 1-2).