En sus viajes misioneros en Asia Menor, llegó Pablo a Éfeso, una ciudad bellísima en aquella época. Allí había un grupo de cristianos; Pablo los miró y conversó con ellos y vio que eran fríos, muy imperfectos, y les hizo esta pregunta: ¿Han recibido ustedes el Espíritu Santo después de que creyeron? Y ellos le dijeron: Nosotros no hemos oído decir siquiera que exista el Espíritu Santo (Hech 19, 1-2).
La más grande fiesta cristiana es la de Pentecostés, día en que el Espíritu Santo vino a los apóstoles y nació la Iglesia de Cristo.
La más grande fiesta cristiana es la de Pentecostés, día en que el Espíritu Santo vino a los apóstoles y nació la Iglesia de Cristo.
No soy amiga de hablar del Espíritu Santo en abstracto, porque no existe. Lo real es la acción continua del Espíritu en las personas. El Espíritu Santo es Dios mismo, como Espíritu, abriendo espacios en la persona para que se crezca en la presencia del Padre y del Hijo...
Como veíamos, la oración no es para pedir cosas, sino para quitar obstáculos que impiden que el Espíritu actúe en ti libremente. Imagina que tu interior es como una pista de patinaje. Lo deseable es que esa pista sea lo más lisa posible para que se pueda patinar libremente...
Dos horas atrás abrí mi Facebook y encontré un mensaje con una pregunta: Espíritu Santo ¿para qué?...
“Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo…” (Hch 19, 2) esta es la expresión que muchas personas alrededor del mundo usan cuando se les pregunta por el Espíritu Santo
Es un conjunto de operaciones que realizamos para colaborar con el Espíritu: es ser dóciles a la acción del Espíritu Santo, como Jesús. Sirve para disponerse al Espíritu Santo, que actúa en nosotros y se deja sentir...
Veíamos que la finalidad del Espíritu Santo es que seamos hijos de Dios por participación de la Divinidad: abiertos a esa Divinidad somos realmente hijos de Dios...